viernes, 22 de diciembre de 2017



Hoy Viernes 22:

Hoy he llevado una foto al taller que le compré hace un par de años a Guillermo Latorre en La Nevera. Ha estado en casa todo este tiempo, de rincón en rincón, sin enmarcarse. De los marcos que tengo en el taller recogidos de la calle hay uno que cuadraba por dimensiones. Es uno especial, con un pequeño estante bajo la hoja y un perchero de tres apliques bajo el estante. Es bastante malo, liviano y está mal pintado, sin embargo, me hizo gracia su aspecto de altar.

Hoy ha encontrado su imagen y algo más, le ha procurado un sentido distinto a ésta, hasta el punto de que foto y marco han compuesto en mi cabeza una tercera obra más cercana a la instalación. Tendrá algo de Broodthaers, aunque con cierto "hedor" a parafina; tendrá una foto de Guille (a modo de sampler) al que aún no he pedido permiso; será una fábula siniestra y una naturaleza muerta; de todo lo que pienso, veremos qué conservo cuando empiece a realizarla.

El resto de la mañana lo he hechado en reparaciones: atornillar un burlete y reparar la puerta del baño, que no cerraba, junto a mi socio el pintor. Esto último nos ha llevado al menos un par de horas. Rozando las cuatro hemos parado a comer en el taller. Dada la hora mi socio me ha servido un bol de lentejas y un Rioja; hemos charlado sobre Cataluña y las mujeres que nos gustan.

Trás un café en el mercado hemos vuelto al frío taller con pocas ganas declaradas de hacer gran labor. Le he contado al pintor mi teoría sobre las fases de trabajo estacional aplicadas a la producción artística, fusilada del documental "Sísifo Confuso. Trabajos y días de Francisco Leiro". En éste, vemos como el escultor gallego convierte su oficio en una máquina productiva armoniosa haciendo esto mismo, ordenando las etapas de su trabajo (oficio, repaso, estudio, viajes y cambio de taller) en función de las estaciones (modelo también aplicable a la economía de mercado si uno se para analizarlo).

Sobre esta certeza me he encerrado en el despachito y he estado leyendo unas páginas del libro "Mierda y Catátrofe. Síndromes culturales del arte contemporáneo" de Fernando Castro. Llevo muchos meses con él, recogiendo mis pedazos cada dos o tres párrafos. Acudir a las notas que hay al final del libro, derivar por cualquier idea, supone multiplicar las ramas de este bosque atroz. Es un hijo de puta y también una mina bibliogáfica; hoy me ha descubierto el libro "Kairós. Apología del tiempo oprtuno" de G. Marramao y al bueno de Uvedale Price y su concepto de lo pintoresco.

He rematado la tarde reconciliándome con Cirlot a partir del texto introductorio del "Diccionario de símbolos". Compré este tocho hace un par de navidades y hasta el momento había pleneado por alguna de sus entradas como un hoja que va a merced del viento y nunca llega a posarse. La simbología me suscita no pocas reservas, está de hecho en el polo opuesto a mi trabajo actual, sin embargo, hoy leyendo el análisis liminar he entendido que puedo apreciar esta ciencia antigua desde la mera diferencia. 

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