lunes, 8 de enero de 2018



Hoy Lunes 8:

Hoy he vuelto al taller tras la pausa navideña que pasé mayormente en Barcelona. Allí pude ver alguna exposición memorable y conocer un par de nuevas coctelerías. La taladradora me ha dado los buenos días desde el suelo, ha empezado el nuevo año allí donde la dejé; también un desastre de virutas de madera, cristales romos, algunas herramientas de corte y la decapadora que tanto amor/odio me despierta.

Esperar al del gas es siempre un misterio. En Barcelona vi que aún siguen golpeando la bombona con alguna pieza metálica, lo que es un alivio para las abuelas que van cortas de oído. En el taller sin embargo tengo que estar asomando la cabeza cada cinco minutos en esa franja de treinta que te concede el butanero. Le habré dicho diez veces que es la puerta grande de cristal sin letrero, que pique, que si le digo que hay que alguien es porque lo hay. Ni caso.

Ha habido suerte y a eso del medio día ya estaba trabajando calentito en el "Banco estelar". He terminado de decapar las lamas del asiento y ya solo queda una breve mano de lija más una final de cera. Antes de comer he pasado el cepillo y he llegado al mercado sonándome unos espesos mocos verdes. Siempre que pasa esto pienso en la muerte.

Durante el almuerzo mi socio ha pedido un café (venía comido de casa) y yo una piadina regada con cerveza artesanal. Hemos compartido el relato de las vacaciones. No he parado de hablar, tampoco he perdido tiempo para recomendarle "The Square" y la última de Yorgos. Cuando me he puesto ha contarle la expo que fui a ver a ADN Galería le he notado dispersarse, debía estar pensando en el maratón de sexo que ha vivido estos días o concentrado en la contractura que acababa de brotarle hacía una hora.

Mi relación con las siestas frías en el taller se está por fin dulcificando. Ya no intento justificarme, llegan sin más y las duermo con todo mi esfuerzo por no quedarme tieso. Son sin embargo profundas e infinitamente reponedoras. Hoy he despertado sereno. Mirando las esquinas del techo he sentido su discreta ontología.

Tras encolar la estructura del banco le he aplicado una capa de tapaporos blanco. Es posible que necesite una segunda capa y después me pondré a aplicarle el cosmos. He puesto un par de veces el disco de Lhasa de Sela y creo que podría ponerlo unas cien veces más. Antes de irme a casa he pasado a despedir al pintor, que ataviado con bufanda y gorro estaba aplicándose calor en el cuello con la manta eléctrica hundido en el falso chester. He bromeado con que está viejo y que mejor se haga un te y una paja antes de irse a la cama, en el orden que él quiera.



  

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