lunes, 15 de enero de 2018



Hoy Lunes 15:

Las cosas ya están puestas cuando uno entra, como cada día, en su engranaje y empieza sin más. Confundimos la mecánica con la inercia y olvidamos a menudo que el mismo viento que nos peina el bigote puede en ocasiones sacarnos fuera del marco. Esto ya lo sabía Homero cuando dibujó con ancha filigrana una historia de las más viejas: de poco vale nuestra diminuta angustia frente a este grumo insondable que es la vida. Cuando el viento arrecia, uno puede dejarse llevar y formar parte del relato o volver a la cama y dormir hasta mañana. 

Un día para ser narrado. He llegado temprano al taller, después de lanzar la campaña publicitaria de turno y hacer mi tabla de gimnasia. La Casa de Campo conservaba la última escarcha y al asomar la punta de la nariz helada el pintor me ha requerido para que le explicase unos rudimentos del InDesign. Hasta aquí todo engranaje.

Al retomar el "banco estelar" donde lo dejé, he caído en la cuenta de que no tenía suficiente pintura para terminar de fondear. Tras un intento en vano por ponerme a trabajar en otra pieza, he resuelto que lo mejor sería ir a buscar el bote en spray de azul prusia y dejar listo de una vez el cosmos, que tanto espacio ocupa por su condición volátil y su toxicidad. A partir de aquí, a merced del viento.

He subido al centro en el 500. Cuando he llegado a la tienda estaba cerrada. Sorpresa. He intentado probar en otra pero ya no existía. Horror. He sacado el móvil para buscar información en Intenet pero estaba sin batería. Risa tonta y primera sensación de no estar ya a los mandos de la nave.

Tras un razonamiento del tipo: como es lunes y estos grafiteros son unos impresentables, seguramente estén durmiendo la resaca y abran la tienda por la tarde, he parado a comer algo y ya de paso a cargar el teléfono. El bar de Wiki tampoco existe ya, en su lugar han puesto una barra donde solo sirven gyozas que por lo demás estaban sublimes. He deborado una docena, rellena de gambas y cebollino, mientras leía unas páginas "El Gatopardo". 

Antes de las cuatro, que es cuando "abrían la tienda de nuevo", el único azul prusia que habia a la vista era el del traje de Tancredi yendo a cortejar a la flamante Angélica. Después de apurar un café con leche acurrucado en el ventanuco de la cafetería he hecho un segundo intento de ir a por la pintura. Al llegar a la puerta estaba de nuevo cerrada. ¡Imposible! Ahora sí, sintiendo el poder indestructible de la tecnología en mi mano he consultado de nuevo los datos de la tienda en la red para darme de cuenta de que en mi delirio había confundido la Estrella con la Luna. Es cierto, mi añorada Ítaca estaba solo una calle más allá y lo había estado seguramente esta mañana cuando creyendo ir montado en mi engranaje no iba más que a merced de un viento cabrón.

A las cinco en punto he retomado mi jornada de trabajo en el taller. He terminado de fondear la pieza y he comenzado a esbozar la nebulosa. No es fácil encerrar un cuerpo etéreo en un paralelepípedo. Las esquinas se condensan muy rápido y los angulos de las patas interrumpen pronto la fluidez. Va a llevar más trabajo del que pensaba.

Poco más de dos horas después he puesto rumbo a casa. Al llegar Ainhoa me ha informado de que tenía la cara de color azul. ¿Prusia?, he preguntado. En las noticias han dicho que hoy era Blue Monday, el día más triste del año. No puedo estar más en desacuerdo.   




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